Será niña y se llamará Luna

Y éste fue el motivo de mi desaparición. Las hormonas me jugaron una mala pasada y viví unos inicios estilo montaña rusa que no había quien soportase, sin ganas de nada, sin ganas de nadie.

Ahora, en mi 18ª semana de embarazo, en la que ya respiro felicidad, sueño felicidad y pienso felicidad, he vuelto a sentir ganas de compartir esta ilusión con vosotros. Vosotros, que dicho sea de paso, me habéis transmitido muchísimo cariño durante estos casi 2 meses de cierre de blog (gracias por los mails, por las llamadas, por los sms y como no, por los preciosos comentarios de mi post anterior...prometo que lloré leyendo muchos de ellos).

Esta aventura, indudablemente, la más larga de mi vida, se inició casi por su cuenta un día de Agosto...sin inscripción, sin chip, sin entrenamiento ni preparación previos.
Cuando lo supe, dos meses después, pasé unos días muy asustada y muy sorprendida (sobre todo al saber que también se vino a la transalpine y a mis entrenes para el maratón de Bilbao), pero finalmente, llegó el día de mi primera ecografía y el mundo empezó a girar en sentido contrario, las agujas del reloj se volvieron locas y mi corazón cambió del color rojo intenso habitual al rojo pasión babosón.

Me enamoré perdidamente de mi bebecita!. Nunca olvidaré ese primer latido en mis oídos, esos movimientos rápidos en mis ojos ni esos 6 centímetros de vida en mis entrañas.
Reconozco que soy muy llorona o muy emotiva, pero la forma en que se me saltaron las lágrimas ese día, no ha sido comparable con nada de lo vivido hasta ahora.

Sentir que crece una personita dentro de ti es algo inexplicable, es como darle forma y comprensión a la vida, es como si de repente entendieras todo el amor incondicional de tus padres hacia ti, es como sin entender porqué te relacionaras íntimamente con tus células, tus arterias, tu sangre, tus órganos, es como volver a nacer, pero naciendo en otro.