El placer de correr

El pasado sábado volvimos a celebrar la cena anual de caracolegos (toda la panda de amigos desde el instituto -sobre 40-)...donde volvimos a reir, a bailar, a cantar...y como no...a beber.

Cada año se ocupan 2 organizadores que son elegidos en la cena a sorteo. Este año, se superaron con creces y hubo de todo y para todos...

A parte del regalo ofrecido por ellos, bolas chinas para las chicas y anillo vibrador para los chicos...se repartió una nueva edición del periódico.

Aquí os dejo algo de lo que escribí yo en él, que tal como podéis imaginar, fue sobre correr.

Portada del periódico
Los preliminares me aceleran el corazón.
Siento como mis piernas y mi mente se unen en un solo deseo.
Me invade la necesidad de revivir las mismas sensaciones de ayer, anteayer, de un mes atrás, de hace dos años. No soy nadie sin ellas y las quiero solo para mi y ahora.
Mis manos siguen frías, mi cara y mi pelo; fríos hasta conseguir acompasar mis jadeos y mis zancadas.
El movimiento me abre el camino e inicio la entrega incondicional al placer de volver a sentir.
Mi espalda empieza a notar ese calor que anhela, que la desdobla en el propio espejo de su respiración interna.
El sudor va atrapando mi pecho, mis ingles, mi cuello.
El pincel del viento inicia su más bello recorrido por mi cuerpo, dibujando un lienzo de olor brillante y color piel húmeda.
El entrecortado aliento acaricia mis labios y se enamora sutilmente de mis latidos acelerados. Desbocados. Extenuados.
Me estremece la libertad de adueñarme del cielo.
Del tiempo.
Del espacio.
Y revivo.
Y renazco.
Y recorro.