El veranito se la pira, aunque solo extraoficialmente, que casi es peor o sabe peor que si lo hiciera oficialmente.
Se lleva consigo muchos días de magia, de risas y de alegrías. De mucho amor.
Da para temblar que pretenda largarse dejándome este vacío...o este miedo al miedo que siento. No puedo pararlo. Ya solo veo su silueta alejarse y diciéndome adiós muy buenas con la manita...si te he visto no me acuerdo le oigo susurrar al muy desalmao...
Y es que llega Septiembre con su marejada, su marejadilla, su borrasca y su tsunami. Lo tiene todo el muy...el muy Septiembre. Esta vez se me antoja casi como un lunes (un lunes post-vacacional que es el peor de los lunes que pueda existir) o como un inicio de año sin uvas ni confeti. Y es que cuando la frase "no hay mal que por bien no venga" no sirve de consuelo, cualquier mes puede saber un poco amargo.
Hay días que me entran ganas hasta de rezar...pero claro...¿a quien se supone que le pide algo una atea como yo?...
Las vacaciones (palabra única y especial donde las haya) se irán con mi verano, pero han dejado un poso de felicidad tan grande, que espero disponer de él para todo el largo y difícil Septiembre.
Galicia sigue siendo la misma de siempre. Su manera de mimarme no tiene precio. Soy feliz en su tierra y con su gente.
Disfruté de Sada y de la dulzura de la dueña de la casa rural donde estuvimos (retirada profesora de inglés con una cultura exquisita que enamoró a mi Lunita al regalarle un gallo de colores y porcelana). Paseé por Coruña con mi niña en la mochila, toda feliz ella de recibir piropos y sonrisas por todas partes. Saboreé platos suculentos y deliciosos en un vegetariano al que Juan me llevó por sorpresa (en él, Luna fue el centro de atención de todos los comensales con sus gracias; le ha salido la vena "payasa" como a su madre). Navegué por la ría en un velero precioso junto a un capitán graciosísimo del que supimos media vida (llevábamos biodramina para Luna por si acaso y el que bajó del barco de vuelta y media fue Juan. Bajó azul).
La ría estaba azul, el cielo también. Los días fueron todos azules.
Y después a mi pueblo, Fornelos de Bollo. Solo escribir su nombre ya noto como me entra una bocanada de aire fresco por dentro. Volver a ver a mis amigos de toda la vida. Llenar entre todos la plaza de niños que juegan, corretean, ríen e impregnan hasta el aire de color. Mi carrera, que cada año que pasa me da más alegrías (este año con récord de participación...¡¡¡60 personas!!!). Pantalla en la plaza para ver el fútbol y reír con la porra. Comidas, cenas y fiestas todos juntos. Igual lo habré dicho alguna vez, pero soy una adicta a las comidas familiares y si son de todo el pueblo, hiperadicta. Me encanta esa unión de niños y mayores, de amigos y familiares, de franceses, vascos, madrileños y catalanes. La unión hace la fuerza y Fornelos, a pesar de sus 16 habitantes censados en invierno, sigue siendo fuerte.
Respirar paz, ♥ y tranquilidad entre tanta naturaleza verde, malcría a cualquiera.
No tenía ganas de volver. Y mi papi, bastantes menos.
Feliz reincorporación a todos.
Pd: Por problemas que me llevan loca en este blog con el spam, he decidido que abriré uno nuevo próximamente. Os informaré en breve (o cuando sea, que con prisas no se va a ninguna parte).